Para J.
Paula Bonet |
Estoy mirando de lejos. Observo. Espero. Está
sentado en el tercer banco del parque, donde da más el sol, parece que también
espera, pero no sé a penas nada de él. Podría inventarme que es alegre por el
gesto de su cara, aunque ahora no sonría. Puedo inventarme también que es
tímido por la posición de sus pies. Adivino que es dulce por el movimiento de
sus manos y por la forma de morderse el labio, pero sigo sin saber como és,
aunque conozca su nombre.
Tengo la tentación de acercarme, pero me da
miedo. Puede que no sea él, y puede que siendo él, no consiga ni articular una
palabra, asi que sigo esperando hasta que caiga una señal más clara.
Se puede querer a alguien a quien no has
tocado?
Alguien grita, desde la otra parte de los
robles. Él mueve su gesto hacia allí y busca, brusco, la voz que parece
llamarle. No ve a nadie. Invierte el giro simétrico hacia el otro lado por si
su oído le hubiese engañado, ahora sus ojos negros más profundos, con más
intensidad, con esa progresión de las cosas que van cogiendo interés a corto
plazo. Pero tampoco hay nadie en esta parte. Si mira un poco más hacia atrás,
por encima de su hombro izquierdo, siento que me va a descubrir, y vuelvo a
tener miedo. Suena un bombo en mi corazón que pone alerta el menos común de mis
sentidos. Cierro los ojos para camuflarme en el paisaje. Sigo viéndole a pesar
de los parpados cerrados, y me pregunto por qué sigo aquí y no me voy
corriendo.
Entonces se levanta de un impulso, y mis pies
arrancan de golpe, hacia él, automáticos y decididos. Es ésta la señal? Da
igual, ya no hay ningún pensamiento capaz de parar este andar hacia. Voy, siento el viento como cuchillos atravesar
mi estómago y un montón de hormigas en mi piel. Estoy tan nerviosa que podria
atravesar dos países sin parar a beber. Sigue ahí, plantado, sus manos se van
hacia los bolsillos, baja la mirada al suelo y juega a pasar el peso de una
pierna a otra. Sigo andando, tenaz, crece mi columna hacia mi cabeza y mi
cabeza hacia las nubes. Aumento tres centimetros de coraje. Nunca hubiera podido
meter tanto aire en los pulmones voluntariamente, se me han abierto las
costillas como gomas. Paro de golpe, sin querer, a cinco metros de él, pero
sigo andando por dentro, frenética y llena de la duda más bonita que pudiera
tener. Ahora o nunca. Lo sabe, estoy
detrás, lo veo en su espalda. Pero no se mueve.
El sol. Todo se vuelve amarillo.
Siete pasos lentos en cinco cortos metros anuncian la escena... Y pasa.
Ojos negros, ojos miel. La mirada recíproca, real, tangible.
Se puede desear tanto a quien te mira por primera vez?
Hola. Unísono.
Sonrisa. Tercera mayor.
Que tal. Cuarta justa.
Silencio. Séptima menor.
Se puede escribir la partitura de ese beso?
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